¿Es posible que exista un conjunto de islas indonesias que, en una peculiar trama de la historia, ‘técnicamente’ aún pertenezcan a España? ¿Y que, además, estas islas escondan bajo sus aguas cristalinas algunos de los tesoros de buceo más espectaculares del mundo?
La primera vez que oí hablar de estas islas fue en 2019. Un amigo de Singapur me comentó: «¿Sabías que hay unas islas indonesias al norte de Papua que ‘técnicamente’ aún son españolas y que, además, ofrecen una experiencia de buceo excepcional?«. Estas dos afirmaciones despertaron mi curiosidad y me llevaron a investigar más sobre este lugar y su historia. Cuanto más aprendía, más me fascinaba. «Indonesia Outermost Islands» (las islas más alejadas de Indonesia), un lugar repleto de historia, de difícil acceso, apartado de todo y custodiado por militares, lo cual posiblemente indica que los arrecifes están protegidos contra los pescadores furtivos. ¡Teníamos que ir a explorarlo!
¿Es posible que exista un conjunto de islas indonesias que, en una peculiar trama de la historia, ‘técnicamente’ aún pertenezcan a España? ¿Y que, además, estas islas escondan bajo sus aguas cristalinas algunos de los tesoros de buceo más espectaculares del mundo?
Esta combinación de misterio histórico y belleza natural sin igual, ubicada en los confines más remotos del territorio indonesio nos hizo decidir el contactar con el propietario de un barco tradicional indonesio para comenzar a preparar la expedición a Mapia.
En el año 2020, nuestras aspiraciones de descubrir el archipiélago de Mapia se vieron truncadas por la implacable embestida de la pandemia global, pero eso no nos desanimó; sabíamos que, tarde o temprano, lo haríamos. Así, tres años después de aquella conversación y en un segundo intento, finalmente llegó el día: 5 de septiembre del 2023 marcó el inicio de nuestra odisea hacia las islas de Mapia, también conocidas en Indonesia como Kepulauan Mapia, y en tiempos antiguos como Isla de Guedes, “The Freewill Islands» y St. David’s Islands, (pero eso es una historia que les reservo para más adelante en este artículo).
Durante la preparación de la expedición, y dado que este archipiélago se encuentra en el extremo más alejado de la Indonesia insular. Emplazados en las latitudes del ecuador, en el vasto Pacífico, con Palau y Filipinas al norte, Papua al sur y la fosa de Papua Nueva Guinea al este, era imperativo tener en cuenta el clima y las posibles tormentas que podrían surgir en nuestro camino. Luego de exhaustivas investigaciones y contactos en los puertos de Biak y Manokwari, tuve la fortuna de conectar con Pak Irja, un agente portuario en Biak. Él, a su vez, me proporcionó el número de un capitán del Perintis, un barco que mensualmente realiza la ruta hacia Mapia, llevando consigo mercancías esenciales y asistencia médica a estas remotas y aisladas islas del archipiélago indonesio.
Perintis se traduce como «pionero» o «iniciador». Es una flota de barcos subvencionados por el gobierno de Indonesia para llevar productos esenciales y atención médica a islas remotas y aisladas de este vasto archipiélago indonesio. El capitán sugirió que los mejores meses para viajar son septiembre y mayo, aunque, con la sensatez que le caracteriza, nos advirtió que ni siquiera él podía garantizarnos un mar tranquilo… No obstante, decidimos que septiembre sería el mes propicio para zarpar en busca de nuestro destino. Por otro lado, el propietario del barco, Ricard Buxo, también contactó con otros barcos y amigos para averiguar más sobre el buceo y las restricciones en la zona. Como mencioné antes, hay una base militar, y la experiencia en muchos otros lugares de Papua nos ha enseñado que los locales son muy protectores con su tierra y su mar. Por lo tanto, debíamos que tener en cuenta esto, no podemos navegar cientos de millas para que luego nos prohíban la entrada.
El viaje comenzó en Sorong, la capital de la nueva provincia de Papua Barat Daya, donde embarcamos en el SMY Ondina, un barco Phinisi tradicional de madera. Estos barcos indonesios son únicos por sus grandes y altas velas, y sus dos estabilizadores laterales (que antiguamente también servían como timón) llamados «Kemudi Samping», lo que permite que el barco tenga un calado considerablemente bajo. El primer día nos dedicamos a revisar nuestro equipo de buceo y cámaras en la encantadora isla de Matang, situada al sur de Sorong.
En esta pequeña isla pudimos observar cómo los niños aprenden el arte de la pesca de mano de sus padres. Después de analizar las corrientes, elegimos nuestro punto de entrada y nos sumergimos en las aguas cristalinas. Descendimos por una pendiente de coral que va desde los 5 hasta los 20 metros de profundidad, donde el fondo de arena está salpicado de grandes rocas pobladas de halcionarios de todos los colores. Algunas rocas estaban cubiertas de peces cristal, entre los que se escondían un par de peces hoja, aunque no lo suficientemente bien camuflados. Además de los cientos de peces, pudimos admirar varios pulpos y tiburones Wobegon. Una hora después, y tras comprobar que todo el equipo estaba en perfecto estado, estábamos listos para zarpar rumbo a Mapia.
Al segundo día, tras haber navegado 75 millas, llegamos a un conjunto de islas conocidas como Isla Meossu y Pulau Su, que los holandeses llamaban Pulau Amsterdam y Middle Burg. Nuestro buceo fue en Pulau Amsterdam, donde los pescadores locales nos hablaron de restos de barcos de la Segunda Guerra Mundial en la zona. Según nos contaron, hay varios lugares secretos, pero solo nos darían la ubicación de uno de ellos. Después de hacer varias búsquedas, encontramos la silueta de uno de los barcos y marcamos la posición para empezar el buceo. A las 7 a.m., con la luz perfecta y una ligera corriente, las condiciones eran idóneas para una inmersión espectacular. Nos lanzamos al agua uno tras otro y descendimos hasta un fondo de 15 metros, donde pudimos distinguir no uno, sino varios LCM (Lanchas de Desembarco Mecanizadas). Estos barcos se usaban para desembarcar tanques, soldados y vehículos en tierra durante la guerra. Uno de estos barcos, que se encontraba a unos 40 metros de profundidad, estaba prácticamente intacto.
Mientras flotaba a 30 metros sobre él, no pude evitar imaginarme ese momento justo después de acabar la Segunda Guerra Mundial, cuando los americanos traían toda esa maquinaria para luchar contra las fuerzas japonesas que tenían una base a unos cientos de kilómetros más al este en Nunfor, al norte de Jayapura, la capital de Papua. Estos LCM fueron hundidos a propósito en el mar por los americanos al finalizar la guerra, antes de retirarse de la zona tras su victoria. Gracias a los documentales de Netflix, bucear en ese lugar fue como estar dentro de uno de esos programas, rodeado de historia. La inmersión en sí misma es maravillosa, no solo porque es como visitar un museo submarino, sino también porque los restos de los LCM están repletos de gorgonias, corales blandos y grandes bancos de peces loro, peces murciélago, pargos amarillos y barracudas. Además, pudimos ver tiburones Wobbegon o alfombra barbuda, y cantidad de rayas moteadas escondiéndose en el fondo de arena. Tras acabar 3 buceos rápidos, comenzamos la mayor navegación, 160 millas, casi un día sin parar para llegar al Atolón de Mapia, el tan ansiado lugar de nuestra expedición.
El 7 de septiembre de 2023, 5.30am, amanecemos con el sonido de las aves sobrevolando el barco, como si nos dieran la bienvenida y nos avisaran de que tierra firme está cerca. Ya estamos a unas 30 millas del atolón y empezamos a distinguir las siluetas de las islas. Nuestra intención es dirigirnos directamente a Bras, donde sabemos que hay una base militar, dado que es una zona fronteriza de Indonesia. A medida que nos acercamos al atolón por el lado este, vamos distinguiendo perfectamente el grupo de cinco islas: Pegun, la isla más al sur del atolón, larga y estrecha; Fanildo al noroeste, con una extensa línea de cocoteros y casi unida a la pequeña Fenildo Kecil; y al este, Bras y Bras Kecil.
A medida que nos aproximamos a Bras, una transmisión por radio de los militares corta el silencio de las aguas. Nos solicitan confirmar nuestras intenciones y nos advierten que, antes de realizar cualquier actividad, debemos presentarnos ante ellos en la base. Además, nos indican que utilicemos el muelle situado en el interior del atolón, dato que desconocíamos por completo. Para acceder a Bras, la ruta correcta es a través de un pequeño canal situado en el lado oeste del atolón, ¡pero nosotros ya estábamos al norte! Decididos a explorar todas las opciones, bajamos las zodiacs y nos dirigimos hacia la isla por el lado norte. No obstante, la marea estaba demasiado baja. Los corales emergían peligrosamente cerca de la superficie, y las olas rompían con fuerza sobre ellos. Nuestro intento de aproximarnos a la base por ese lado resultó en vano. Implementamos el plan B: dado que el acceso por el lado norte era imposible, regresamos al barco y seguimos las indicaciones de los militares, dirigiéndonos al lado oeste del atolón. Allí, nos adentramos en el interior del atolón a través de un canal que, en su punto más ancho, mide 200 metros, extendiéndose casi dos kilómetros de longitud. En su punto menos profundo, el canal tiene aproximadamente 2.5 metros de profundidad. Dado que el Ondina tiene un calado de 2.6 metros, nuestro capitán descartó la idea de pernoctar en el interior del atolón. Este canal nos conduce al interior del Lagoon, una vasta extensión de agua que en algunos puntos alcanza los 40 metros de profundidad.
Este Lagoon es hogar de una biodiversidad marina excepcional, adaptada a corrientes suaves y sedimentos. Aquí, grandes grupos de rayas habitan en las zonas arenosas, en busca de cangrejos, mientras que las larvas de peces de coral encuentran refugio en sus aguas. Navegábamos hacia el oeste del atolón en busca de la entrada al canal, cuando, de repente, divisamos una gran canoa de madera acercándose a nosotros. Al principio, pensamos que se trataba de pescadores, dada la apariencia de la canoa. Sin embargo, cuando el capitán del Ondina utiliza sus binoculares, descubre con sorpresa que no son pescadores, sino militares que se dirigen hacia nosotros. El capitán no duda y ordena detener el barco. Nos quedamos inmóviles, aguardando la llegada de los militares. Un minuto después, los militares arriban en su barca, dan una vuelta de reconocimiento alrededor del Ondina y finalmente se amarran a un costado nuestro.
Son nueve miembros de la marina indonesia que, al ver nuestro cambio de dirección, decidieron adelantarse y comprobar qué estábamos haciendo en la zona. La tensión se palpa en el ambiente. Por precaución, dejo de grabar y de tomar fotografías. Los militares, vestidos con sus uniformes y algunos portando rifles de asalto SS1, suben a bordo. Pero, en cuestión de segundos, nos damos cuenta de que predominan las sonrisas y la buena voluntad de nuestros visitantes. Lo primero que preguntan es si necesitamos algo. Después de subir a bordo, los militares solicitan el listado de pasajeros y nos preguntan si tenemos intenciones de bucear. Tras entregarles el listado, nos brindan incluso consejos sobre los mejores puntos para avistar peces. 😊 Compartimos con ellos algunos cigarrillos, café y azúcar, y les obsequiamos algo de combustible. Con una amabilidad que nos deja gratamente sorprendidos, nos aseguran que podemos permanecer en el lugar sin problemas. Nos invitan a desembarcar y nos aseguran que, en caso de cualquier inconveniente, no dudemos en avisarles. Me quedé charlando con uno de ellos, un oriundo de Makassar, quien me reveló que en la isla de Pegun es posible encontrar cañones de guerra en la bajamar. ¡Eso se sumó a nuestra lista de tesoros por descubrir! 😊
Con los militares de regreso en la base y con su permiso otorgado, nos preparamos para nuestra primera inmersión en Mapia. Gracias a un artículo escrito por el Dr. Mark Erdmann sobre una expedición previa en Mapia, ya sabíamos que la boca del canal era un punto excepcional para el buceo. Por eso, fue nuestro primer destino. Fede, el director de crucero del Ondina, y yo, no podíamos contener nuestra emoción. Equipados con gafas y aletas, nos lanzamos al agua para hacer snorkel y anticipar lo que nos esperaba en el fondo marino. ¡Y vaya que valió la pena!
Desde la superficie, pudimos observar enormes grupos de big eyes trevallies, docenas de meros, barracudas y midnight snappers. Todos los indicios apuntaban a una inmersión espectacular. Luego, nos sumergimos completamente, con las botellas de oxígeno a cuestas, nuestras cámaras y ordenadores de buceo. Nada podía salir mal. Era el momento que habíamos esperado durante tres años: ¡bucear en Mapia!
Nos lanzamos al canal a una profundidad de 15 metros y nos dirigimos hacia la boca del canal. El lecho marino se extendía ante nosotros como un río de arena blanca salpicado de rocas, cada una de las cuales albergaba grupos de peces: cirujanos, snappers, y múltiples especies de meros. Mientras buceábamos de roca en roca, los peces emergían de sus escondites y nadaban rápidamente hacia otra grieta para ocultarse. Estaban por todas partes. Era la época de reproducción, y se habían congregado allí para aparearse. Un espectáculo único que tuvimos la suerte de presenciar. A medida que el día avanzaba, notamos que la cantidad de meros disminuía gradualmente hasta casi desaparecer en nuestro último buceo en el canal.
También nos cruzamos con grandes grupos de barracudas y jacks, dos rayas marmol, tiburones de puntas blancas e incluso una pareja de peces pipa fantasmas camuflados junto a una pequeña roca. Afortunadamente, la corriente era débil, lo que nos permitió explorar varios lugares a fondo y prepararnos para las inmersiones venideras. Aprendimos que, con más corriente, lo ideal es sumergirse más adentro y dejarse llevar por la corriente, disfrutando de una divertida deriva, para luego permanecer el mayor tiempo posible en la boca del canal, donde se acumulan todos los peces. Cuando la corriente entra en la laguna, lo ideal es lanzarse en el lado sur de la boca del canal, intentar ir a la parte profunda, sobre los 35 metros, que es donde comienza el último escalón antes del abismo a más de 800 metros de profundidad con la intención de ver tiburones y grandes pelágicos.
Durante los próximos 5 días, fuimos buceando extensivamente en los distintos lados del atolón. A pesar de que la mayoría de los días amanecían soleados y con una pequeña brisa, siempre había un lado donde el mar estaba más calmado y otro donde estaba más expuesto al mar de fondo. La particularidad de que el atolón tiene forma triangular nos permitió siempre poder bucear en alguno de sus lados. Aprovechando que había muy buena mar, la intención el segundo día en Mapia fue explorar el lado más expuesto, el lado oeste del atolón. Para ello, navegamos pasando por el sur de la isla de Pegun. El cordón de arrecife se aleja casi un kilómetro de la isla en dirección a la isla. Un gran faro indica la presencia de esta isla a los marineros, y no solo en esta isla, cada isla principal tiene un faro. Rodeando la isla, nos dirigimos al oeste del atolón. Como en cada inmersión, primero Fede baja en zodiac y, equipado simplemente con sus aletas y mascarilla, se dirige a la zona de los arrecifes para buscar el mejor lugar para entrar al mar. Lo que se busca siempre es, por supuesto, zonas con buen coral, peces y, por supuesto, una topografía que indique que puede ser un buen lugar de buceo, como, por ejemplo, una saliente en el arrecife expuesta a corrientes. Una vez decidida la zona de entrada, comenzamos a bucear.
Es una pendiente pronunciada, no llega a ser una pared. Los primeros 30 minutos fueron algo aburridos, sin mucha acción, una pendiente cubierta de algas. Pero luego, la pendiente de algas empezó a llenarse de grandes gorgonias, algunas de hasta 4 metros de largo (¡el divemaster comparó una gorgonia con él!) y una tras otra, cada vez más gorgonias. Gorgonias significa frecuentes corrientes, pero al ser gorgonias tan grandes también significa que las corrientes no son muy fuertes, y así fue. Un poco más adelante comenzó ya la corriente y con ella, los miles de peces de colores por todos lados. Hemos visto más de una docena de tortugas verdes, juveniles de tiburones grises, cirujanos… haciendo la parada de seguridad. Vemos que el arrecife está a tan solo 1 metro de profundidad, lo que hace que, si no hubiese olas, sería el paraíso para el snorkel.
Entre inmersión e inmersión, el grupo juega a todo tipo de juegos de mesa, desde Backgammon, Rubik, cartas, y compartiendo todo lo que hemos visto, para entre todos crear una agenda para esta expedición.
La búsqueda de puntos de buceo nos llevó a la punta más sur del atolón, donde las corrientes tanto a la subida como a la bajada rompen en el arrecife. ¡Y fue espectacular! Nada más entrar al agua, nos encontramos con un grupo de jacks dando vueltas y otro de barracudas que se acercaron curiosas. Mientras bajaba hasta los 35 metros de profundidad en esta pendiente rocosa de coral, noté agua fría entrando, lo cual es un indicativo de la presencia de tiburones. Efectivamente, un gran tiburón gris se acercó desde la profundidad, me observó y luego desapareció en el abismo. En el arrecife sano y lleno de colores, vimos grandes grupos de rainbow runners y hasta un atún de dientes de perro, de más de un metro de largo, se acercó sin miedo. Las tortugas en esta zona también eran muy amigables, lo que indicaba que es una zona con poco contacto humano. La corriente nos llevó hasta la punta sur del arrecife, donde me sentí como en un acuario con cientos de peces de todas las variedades, tortugas, jacks y más. ¡Fue una inmersión memorable!
Al día siguiente buceamos en la parte noroeste del atolón y fue increíble. Vimos grupos de cirujanos, rainbow runners, big eye trevallies, snappers, peces loro, pez murciélago y más. Fuera del agua, vimos mantas saltando, así que sabemos que están allí. Los buceos en las zonas laterales del atolón, donde la corriente es menos fuerte, fueron más normales. El atolón tiene una gran población de algas verdes de distintas especies, dependiendo de la profundidad, que forman un ecosistema único junto a los corales rojos. Ricardo H., un especialista en algas que estaba en el grupo, disfrutó mucho de la variedad de algas y se llevó fotos para estudiarlas en su laboratorio. La mayor parte del atolón en Mapia tiene una pendiente con algunas paredes que van desde la superficie hasta 30-40 metros de profundidad, y luego descienden a más de 800 metros. Para mí, lo más interesante fue observar especies raramente vistas en otras partes de Indonesia, como el Flame Angelfish, el Twin Spines Angelfish, el East Indies Parrotfish y el Ornated Leopard Wrasse. Pero lo que más me impresionó fueron los grandes grupos de Jack, Rainbow Runners y Tortugas Verdes que vimos en casi todas las inmersiones.
Hoy decidimos visitar la isla principal del Archipiélago de Mapia. Al entrar por el largo muelle que atraviesa el cordón de arrecife de coral, llegamos al único pueblo, que está dividido esencialmente en dos: el lado norte con la Base Naval Indonesia y el lado sur con el pueblo que cuenta con unos 200 habitantes, en su mayoría niños y ancianos.
Muchas personas trabajan en la Isla de Biak, a un día de navegación, y dejan a los abuelos y niños en Bras. Todos eran sumamente amables, desde los militares, quienes nos contaron que realizan turnos de un año y luego cambian. Llevaban ya 3 meses y nos hicieron de guía por el pueblo. Estaban en preparativos, ya que al día siguiente iba a visitar la ministra de asuntos sociales. Estaban alistando el pueblo para recibirla con grandes carteles con la cara de la ministra y del Bupati de la zona. Periodistas entrevistaban al alcalde de la isla y un grupo de mujeres cocinaba para un gran número de personas.
Hay una pequeña clínica con una enfermera de la isla de Flores al cargo, y un colegio de primaria, donde van los niños hasta que tienen unos 12 años; luego ya deberán ir a Biak para continuar los estudios. Los profesores se turnan también cada 3 meses, van cambiando, viniendo de otras zonas de Papua como Biak, Manokwari, Jayapura o Sorong. Aunque muchos han nacido en Bras, ninguno de ellos es descendiente de Bras; parece ser que los últimos aborígenes de Mapia fallecieron a principio del siglo 20, llevándose consigo el idioma único de Mapia, y dejando simplemente el Bahasa Indonesia y otros dialectos papuanos.
En la orilla del mar, tenían secándose muchos pescados, la dieta principal de los habitantes de la isla: arroz y pescado. El negocio principal es la venta de copra, que es la piel con la carne dura de los cocos que se usa principalmente para extraer el aceite de coco. Eso, junto con un poco de pesca, son las principales fuentes de ingreso de la isla.
Los niños, por otro lado, no paraban de jugar al fútbol y otros juegos autóctonos; no se veía nada de electrónica por ningún lado. Me recordaba nuestra infancia, jugando con todo lo que la calle nos proveía. 😊 Tenían un par de jaulas con cangrejos del coco y boobies birds, que era como el mini zoológico de la isla, y también una zona donde protegían huevos de tortugas hasta la eclosión para luego liberar las tortugas al mar.
Seguimos nuestro paseo por el pintoresco pueblo y nos encontramos con un monumento que captura la atención: una placa conmemorativa y un gran misil oxidado en la parte superior. En japonés, se lee «Monumento a la Paz y Amistad Eterna«. Este hallazgo nos lleva a reflexionar sobre la rica historia de estas islas, marcada por conquistas y conflictos.
Estas tierras fueron inicialmente descubiertas por los españoles, con los conquistadores Hernando Grijalva y Alvarado llegando en 1537 y denominándolas la «Isla de Guedes«. A finales del siglo XIX, tras la derrota de España ante los Estados Unidos, España optó por vender sus últimas posesiones en el Pacífico a Alemania por una suma considerable. Sin embargo, Alemania perdió estas islas en la Primera Guerra Mundial, y eventualmente, Japón las ocupó, abandonándolas después de la Segunda Guerra Mundial cuando Estados Unidos asumió el control. Estas tierras también tuvieron una breve pertenencia colonial holandesa bajo la Dutch East Indies.
Lo más sorprendente es la anécdota descubierta por Emilio Pastor en 1948, que sugiere que técnicamente estas islas siguen siendo españolas. En el acuerdo de transferencia de islas del Pacífico de España a Alemania en 1899, España olvidó mencionar algunas islas, como Guedes (Indonesia), Coroa (Islas Marshall), Ocea (actualmente sumergida) y Pescadores (Micronesia). A pesar de la declaración oficial de España en 1949 de que estas islas ya no le pertenecen, este tema ha sido motivo de debate, incluso llegando al Congreso de los Diputados en 2014, donde España reiteró que en 1899 entregó todas las islas que poseía en el Pacífico, nombradas o no.
Nuestra expedición en medio de la nada nos ha llevado a descubrir otro lugar maravilloso en Indonesia, impregnado de historia, habitado por personas amables y con oportunidades de buceo excepcionales. Sin lugar a dudas, este viaje por Indonesia será inolvidable.
Esta historia de conquistas y guerras ha dejado una rica herencia cultural en las islas, que se refleja en los monumentos, las costumbres y las lenguas que se hablan. La presencia española, alemana, japonesa y holandesa ha dejado huellas imborrables en la historia y la cultura de estas islas, y ha contribuido a crear una sociedad única y diversa. Durante nuestra expedición, pudimos ver de primera mano cómo estas influencias históricas han moldeado la vida en el atolón de Mapia. Los habitantes de la isla tienen una forma de vida sencilla, pero rica en tradiciones y costumbres que han pasado de generación en generación. Además, el atolón de Mapia es un paraíso para los buceadores. Con sus aguas cristalinas, arrecifes de coral saludables y abundante vida marina, es un lugar que no debe perderse. Pero, como mencioné antes, llegar al atolón de Mapia no es fácil. Se encuentra en una ubicación remota y no hay vuelos directos ni ferry que lo conecten con el resto de Indonesia. Sin embargo, si estás dispuesto a hacer el esfuerzo, te aseguro que valdrá la pena.
Espero que esta historia te haya inspirado a explorar los rincones más remotos de nuestro planeta y descubrir la rica historia y cultura que nos rodea. Si alguna vez decides visitar el atolón de Mapia, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Estaré encantado de ayudarte a organizar tu viaje y compartir contigo todos los secretos de este lugar mágico.
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